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¡Nos mudamos!

Gracias infinitas por seguir este blog desde sus inicios. Ahora tendremos una nueva página donde estarán todas las entradas que están acá y algunas cosillas nuevas. ¡Espero les guste! Pueden visitar el nuevo blog aquí: Nuevo blog✨

Arena.

Era menuda. Llevaba rayos de sol en el cabello, clorofila en la mirada, y piel color arena. Parecía fría, pero si la conocías bien, se tornaba cálida, amorosa, y amable. Sonreía e irradiaba luz, tanta que era capaz de iluminar cualquier oscuridad. Sus abrazos eran calma, tranquilidad y paz. Sus emociones eran otro cuento, porque se parecían al mar: a veces tempestuoso y otras en calma. Pero, sobre todo, era luz... de esa que siempre te indica el camino a seguir y que brillaba, pero no hacía daño en los ojos. Así era ella. Así era Luz.

Ocaso.

Atardecía y me sorprendí a mí misma mirando de nuevo al cielo. Me distraje, como siempre, y me perdí mirando cómo los colores se mezclaban en perfecta armonía. En un lado encontré paz. Era una mezcla de azul y rosado, unidos de manera sutil, como si lo hubiesen pintado con tiza. Un poco después encontré la luz: intensa, una mezcla perfecta de amarillo y naranja. Y arriba estaba el azul: adueñándose del cielo como cada día.

Abrazo.

Me abraza y todo se reinicia. Nada pesa, nada importa... solo que estamos juntos de nuevo. Le abrazo con más fuerza y mis ojos se cierran. Todo fluye de manera ligera, tranquila, y la calma inunda cada parte de mi ser. Es una sensación mágica, indescriptible y duradera, que hace que jamás desee salir de sus brazos... porque sus abrazos son mi lugar favorito, mi paralelo 0, mi lugar en calma. El sitio al que siempre quiero regresar.