Auto-regalo.

Me auto-regalé una vida llena de color. Tenía varios matices y muchas pinceladas.

Un día llegaste, lleno de disolvente, y comenzaste a decolorarlo todo: comenzaste por el borde y, a medida que avanzaba el tiempo, decidiste decolorar el centro.

Nunca noté lo que sucedía, quizás estaba muy ciega para notarlo. Me enceguecía tu luz, esa que tenía un matiz oscuro, me atraía y no supe cómo dejar de acercarme.

Me convertí en una polilla, cuya fuente de luz estaba cerca, mis alas volaron hacia tí pero, en el momento que me acerqué lo suficiente, noté que esa luz no era normal, que había un peligro detrás de ella. Era demasiado tarde, no logré girarme y, cuando decidí arrepentirme y cambiar de rumbo, la luz se acercó a mí bruscamente pero... ya no era luz sino oscuridad.

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