Luz.

Hoy decidí olvidarte, sí, como algo voluntario.
Decidí alejarme de todos, de ti y de mí, porque hasta yo me hice muchísimo daño.
Decidí atreverme, dar el primer paso y ser yo misma, porque me había cansado de representar el papel de alguien más.
Decidí amarme y aceptarme, porque debí hacerlo desde siempre.
Intenté alejarme de las inseguridades, aquellas que no me permitían hacer tantas cosas.
Intenté sonreír, ser más alegre y simpática, y deshacer las cadenas que me oprimían, aquellas que yo misma coloqué sobre mis tobillos, solo para poder reconstruirme desde cero.

Pero no lo logré.
Así que, me rompí, fragmenté y volví polvo.

Toqué fondo y llegué a aquel lugar donde el aire ahoga, oprime y no llena los pulmones.
Allí, aprendí a vivir durante un buen tiempo y me volví ciega, tanto que no lograba ver las cosas con facilidad.

Después de un tiempo encontré luz y la seguí hasta la cima.
Afuera, había tanta luz que enceguecía.
Todo brillaba y se unificaba para dar vida a miles de escenarios distintos, haciendo que todo se apreciara de manera distinta, como si alguna fuerza externa lo embelleciera.
El aire no quemaba y todo se volvía liviano...

Entonces lo supe:
Todo era distinto porque me había acostumbrado tanto a la penumbra, que dejé de pensar en una vida distinta a esta.

Así que, ahora que me encontraba acá, solo iba a disfrutar de la luz y de la calidez que transmitía.

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Querido mejor amigo.