Cuestiones del destino (aporte).

-El castillo de arena hacía mucho que no volvía a construirse- Dijo el joven, sonriente, a pesar de la obscura noche que lo rodeaba en el filo de la eternidad.

Ella reflejaba su impresión con reconfortantes palabras y gestos mientras que el pájaro volaba hacia lo más lejos del horizonte en su perenne intento de alcanzar la luz de la blanquecina luna de las frías noches.

Un escenario imaginario comenzaba a concebirse en las mentes de los dos cansados aventureros a medida que su conversación fluía con la ligereza de un romance procedente de los años del nuevo mundo. La pareja, que por primera vez en sus vidas intercambiaban relatos e historias sobre sus vidas pasadas, en compañía de perspectivas del mundo, las cuales, compartían en común.

A pesar del inesperado encuentro, no era la primera vez que sus miradas se entrelazaran en búsqueda de aquel vacío por llenar. La casualidad los había unido en más de una ocasión, y ambos, habían disfrutado aquellos instantes con la ilusoria esperanza de volverse a encontrar en una próxima oportunidad, para así, de esa manera, percibir aquella sensación por una vez más.

Aquel deseo se cumplió.

Ambos habíamos tomado el paso gigante con el riesgo de quedar como tontos. Un paso gigante que nadie estaba dispuesto a tomar, ni nosotros mismos en el momento que la valentía sobrepasó los temores de adolescente.

Ambos dimos la oportunidad de salir de aquella melancolía.

Ambos disfrutamos la nocturna conversación.

Ambos sonreímos.

Ambos impusimos reglas para nuestra conveniencia y así celebrar un año más de vida con el pastel que el día no pudo ofrecer.

Ambos dejamos de creer en las casualidades.

Ambos coincidimos que nuestro encuentro… Fue cuestión del destino.

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Querido mejor amigo.