Entradas

Mostrando las entradas de noviembre, 2017

Ag.

Recuerdo la noche de aquel viernes: era fría, oscura y sin estrellas. Estaba lejos de casa cuando recibí una llamada. Escuché la voz familiar de mi hermano, pero su tono revelaba otra cosa: habían malas noticias. Colgué la llamada tras escuchar lo que me decía y quedé muda, mientras mis manos temblaban y el corazón me dolía. Estaba lejos y no podía verla, pero sabía que sus ojos habían perdido el brillo y su sonrisa se había apagado. No lloré. No grité. Me contuve tanto como pude para no demostrar que me estaba rompiendo por dentro. El tiempo transcurría de una manera acelerada, hasta que la vi postrada en su cama: estaba cubierta por una sábana, pero yo sabía que se trataba de ella... Ella, la que siempre se emocionaba al vernos llegar a su casa y nos recibía con una sonrisa llena de amor;         un tanto pequeña, cariñosa y que siempre llevaba un turbante sobre su cabello plateado;         que poco a poco se fue olvidando de todos y de sí misma;         que partió e

Átomos.

Fuimos pequeños, minúsculos... fuimos dos en un millón, pero decidimos cambiar. Juntamos fuerzas, energía y determinación: íbamos a evolucionar para convertirnos en algo mejor. Unimos enlaces, creamos compuestos, nos fosforilamos para llenarnos de energía, oscilamos y cambiamos nuestros orbitales. Nos destruimos. Cada uno giraba en forma de ocho, o de infinito, todo dependía de la persona que lo veía. Cambiamos. No fue fácil, pero, de a poco, lo estábamos logrando... aunque, pasó de la nada y sin avisar: igual que una reacción espontánea. Fuimos desconsiderados y hostiles. Nos arrebatamos energía, intercambiamos electrones, hacíamos y deshacíamos enlaces. Perdimos fuerza y dirección. Nos convertimos en iones débiles e inestables. Cada uno se alejó, tomó un camino distinto y recuperó su estabilidad. De nuevo, éramos átomos completos, diferentes y alejados. Cada uno en su órbita personal. Tú, un átomo de Flúor, sediento de electrones. Yo, un átomo de Helio, noble, sin