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Tul.

Las nubes eran espesas y el día comenzaba denso y oscuro. Excepto por un punto. Ahí destacaba el color en brillantes tonos de naranja y violeta... Hasta que desapareció. Entonces, el frío se convirtió en un aire gélido que calaba en los huesos y estremecía las ramas. Las nubes descendían mientras el cielo se aclaraba y las gotas de lluvia comenzaban a caer. Me desplacé. Roté de un lugar a otro, pero el clima hostil se mantenía y acrecentaba. Los grados subían un poco y el aire se detuvo. El ambiente se tornó húmedo, caluroso y mucho más denso. El cielo se abrió y dejó filtrar un poco de luz que iluminó las montañas, reveló la vegetación reverdecida y destacó el claroscuro alrededor de las mismas. El aire era escaso. Las horas se hacían eternas. El tiempo transcurría lento. Las hojas se desprendían de sus ramas y ondeaban mientras trazaban su rumbo hasta el suelo. Allí se detuvieron, mientras el ciclo se repetía sin cesar. Hasta que se detuvo. Y el cielo se abrió,

Ag.

Recuerdo la noche de aquel viernes: era fría, oscura y sin estrellas. Estaba lejos de casa cuando recibí una llamada. Escuché la voz familiar de mi hermano, pero su tono revelaba otra cosa: habían malas noticias. Colgué la llamada tras escuchar lo que me decía y quedé muda, mientras mis manos temblaban y el corazón me dolía. Estaba lejos y no podía verla, pero sabía que sus ojos habían perdido el brillo y su sonrisa se había apagado. No lloré. No grité. Me contuve tanto como pude para no demostrar que me estaba rompiendo por dentro. El tiempo transcurría de una manera acelerada, hasta que la vi postrada en su cama: estaba cubierta por una sábana, pero yo sabía que se trataba de ella... Ella, la que siempre se emocionaba al vernos llegar a su casa y nos recibía con una sonrisa llena de amor;         un tanto pequeña, cariñosa y que siempre llevaba un turbante sobre su cabello plateado;         que poco a poco se fue olvidando de todos y de sí misma;         que partió e

Átomos.

Fuimos pequeños, minúsculos... fuimos dos en un millón, pero decidimos cambiar. Juntamos fuerzas, energía y determinación: íbamos a evolucionar para convertirnos en algo mejor. Unimos enlaces, creamos compuestos, nos fosforilamos para llenarnos de energía, oscilamos y cambiamos nuestros orbitales. Nos destruimos. Cada uno giraba en forma de ocho, o de infinito, todo dependía de la persona que lo veía. Cambiamos. No fue fácil, pero, de a poco, lo estábamos logrando... aunque, pasó de la nada y sin avisar: igual que una reacción espontánea. Fuimos desconsiderados y hostiles. Nos arrebatamos energía, intercambiamos electrones, hacíamos y deshacíamos enlaces. Perdimos fuerza y dirección. Nos convertimos en iones débiles e inestables. Cada uno se alejó, tomó un camino distinto y recuperó su estabilidad. De nuevo, éramos átomos completos, diferentes y alejados. Cada uno en su órbita personal. Tú, un átomo de Flúor, sediento de electrones. Yo, un átomo de Helio, noble, sin

Triángulo (colaboración).

Desde el principio, todo fue confuso. Me gustaba alguien que, según yo, jamás se fijaría en mí y me pretendía alguien que no me interesaba. El tiempo pasaba y el chico que me gustaba se fue de la Isla en busca de un mejor futuro, mientras que, el que me pretendía, se quedó aquí y buscó mil y un maneras de estar conmigo. Nos fuimos acercando de a poco. Estuvo ahí, me sacaba sonrisas y me demostró que me quería de una manera sincera. Nos hicimos novios, mientras que, el chico que me gustaba, hacía viajes esporádicos a la Isla. Los meses pasaron y, sin darnos cuenta, ya teníamos un año. Entonces, la historia se repitió, pero esta vez, de manera inversa: ahora era él el que decidía irse en busca de un futuro mejor y, el chico que antes me gustaba, había regresado a la Isla, pero para quedarse un poco más. Nos encontramos varias veces, porque, realmente, nunca dejamos de hablarnos. Fuimos acercándonos un poco más y, gracias a las muchas vueltas que da la vida, me confesó que sen

Last one.

Estuviste y no estuviste. Cuando se hacía de noche y me quedaba sola, intentando unir cada uno de los retazos de mi vida. Cuando lloraba porque algo me dolía, ya fuera el alma, la vida, las ausencias o los recuerdos. Cuando el cielo se aclaraba y oscurecía mis ojeras. Cuando no escribía porque me quedaba sin inspiración y sin palabras. Cuando llovía afuera, pero era tan cobarde como para acercarme a la puerta. Cuando quise hablar con alguien que me hiciera olvidarme de ti y de tu forma tan desagradable de querer. Estuviste, es cierto, porque sé bien que sabías y mirabas todo. Siempre ahí, desde las sombras. Preocupándote por alguien más. Desviando tu atención a alguien que importaba un poco más que yo. Pero no importaba. Porque, simplemente, ya no estabas.

Ausencia.

Siempre estuve ahí: hablándole, cuidándole, contándole mil y un anécdotas diferentes, esperando que se alegrara y me mostrara esa sonrisa suya... esa que amaba tanto. Siempre quise que fuese feliz, que cumpliese cada uno de sus sueños y que fuese la mejor persona del mundo. Siempre le recordaba y le escribía todos los días sin falta.                 Estuve ahí, aguardando, esperando, deseando que me notara. Pero nada sucedía y los días pasaban uno tras otro cómo una ráfaga. Pasaron mil y un estrellas, el sol se volvió pequeño y la luna dejó de brillar. Pero el día no llegaba y nunca llegó. Así que, me quedé esperando del otro lado de esta Isla. En ese lugar al que no podías acceder. Estaba sola, junto a un montón de sueños rotos y un centenar de soledades,                        con el corazón roto lleno de tonterías y verdades. Una vista común. Similar a esas historias clichés que tanto me gustaba leer.

Grama.

Debías verla. Era alegre, sonriente, risueña y amorosa. Siempre de pie, con una pañoleta en la cabeza, con su cabello plateado, voz ronca y alegre, falda y vestido. Pero dejó de serlo. Es imposible mirarla y no sentir dolor. Está absolutamente delgada, habla muy poco, tiene la mirada perdida y vacía. Parece que le succionaron la vida. Parece que ya no está. Dejó de ser esa persona alegre que se emocionaba al vernos cruzar su portal.     Parece que la muerte se ha llevado su vida. Parece que la vida dejó de quererla ya.

Empty.

Creo que conozco a la perfección el sentimiento de vacío, porque lo he experimentado varias veces. Sé que, el vacío no llega solo, porque siempre es producido por otra fuerza, una que lo empuja y lo hace salir de su inercia. Así que, puedo describirlo de esta manera: Es un día cualquiera. Te encuentras bien, un tanto feliz y tienes ganas de reír, pero de repente, luego de escuchar a alguien pronunciar esas palabras, todo cambia: Te duele el corazón. Sientes una puntada en el pecho. Todo se vuelve lento y callado. El tiempo no pasa. Los ojos se llenan de lágrimas. Te duelen los recuerdos. Deseas correr y abrazar a alguien. Pero eso no sucede. Estás solo, quizá frente a un computador, y necesitas algo o a alguien, pero sabes que esa persona ya no está. Se ha ido. Se ha convertido en el causante de ese vacío.

Gris.

Él era el mejor. Tenía los ojos más bonitos de todos. Llevaba el océano en su mirada tanto como lo llevaba en el alma. Su sonrisa iluminaba el día. Siempre fue amable, amoroso y feliz. Tenía un carácter fuerte. Su cabello era liso y siempre crecía en punta. Era tolerante, tanto como para soportarme. Me miraba con amor mientras me sonreía. Fue una persona única en los pocos años que estuvimos juntos. Me amó, mucho y plenamente. Siempre estuvo ahí para sostener mi mano. Nunca dudó, ni lo vi titubear. Me olvidó de a poco, como quién cuenta estrellas. Fue sincero hasta el final. Dejó de mirarme con amor, pero sus ojos nunca dejaron de tener brillo... Pero se fue, de pronto, en busca de una pesca diferente. Lo vi irse, callado, sin sufrir. Le dejé romperme el corazón en pedazos, pero siempre lo amaré... tanto como amaba su piel blanca, un poco tostada por el sol, y repleta de lunares.

Sol a medianoche.

Me rompí de a poco, pero con prisas. Me volví polvo. Pasé por la etapa de negación una y mil veces. Le lloré y le extrañe como a nadie. Quise que volviera y sentí la necesidad intensa de abrazarla una vez más. Es difícil y aún intento unir cada uno de mis pedazos. Extraño todo de ella: su voz, sus pestañotas, sus ojos cafés, su cariño, su piel blanca, sus abrazos... La extraño. Sí, lo admito, la extraño de una manera increíble. La quise y ¿cómo no hacerlo? Si ella era el sol a medianoche más bonito de todos. Tuvimos historia,                  momentos,                  recuerdos. Tuvimos una amistad casi eterna; de esas que duran años y que ni la distancia logra destruir. Creamos una vida juntas basada en la típica mala costumbre de siempre estar la una para la otra. Planeamos sueños,                        metas...                        un futuro juntas. Pero se fue, de pronto, como una estrella fugaz. Solo quedé con las ganas de verla y con la certeza de qu

Do it.

Piérdete. Desaparece y vuelve a encontrarte. Descúbrete. Conócete. Ámate, mucho y plenamente. Ama sin restricciones. Quiere sinceramente. Sonríe, porque los días nunca serán tan malos como para no hacerlo. Sueña, porque los sueños son los únicos que te harán avanzar y trascender. Fíjate metas reales, porque, con un poco de confianza, las podrás lograr. Haz cosas distintas. Sal de tu zona de confort. Conoce y sal con personas diferentes a las que acostumbras. Cambia tu imagen y, si quieres, cámbiala de nuevo. Aprovecha las oportunidades. Viste como desees. Cambia lo que no te gusta. Corta tu cabello o tíñelo a tu antojo. Salta de un paracaídas, bucea, escala una montaña, ve a la playa o nada con tiburones si es lo que deseas. Pero hazlo. Porque, recuerda que "el tiempo no se detiene, y los años pasan, queramos o no... pero nos queda el recuerdo."

Bf.

Pasaba el tiempo y yo seguía en lo mismo: llevando a cabo el intento inútil de sacarme la única idea que acaba con mi estabilidad. Le quería. Siempre lo hice, pero sentía que lo nuestro no daba para más y que debía dejarlo ir, solo, junto a mis recuerdos. Siempre supe que sería contraproducente entregar tanto de mí a cambio de desatenciones, silencios, ausencia de afecto, momentos, abrazos y palabras de aliento. Siempre supe que costaría y me afectaría mucho más, pero no me importaba porque él era mi amigo, estaba conmigo y me ayudaba a ser mejor persona. Fue difícil y aún no entiendo porqué las cosas se deshicieron tanto, no entiendo cómo se perdieron las atenciones, ni cómo el tiempo, que ya era escaso, se volvió un respiro y se convirtió en una simple y patética "conversación" de un ratico. Él destruyó mis barreras, me hizo alguien mejor, me hacía escribir, lograba que no respondiera mis típicos mensajes cortantes y sin emoción, e hizo que

Estrella.

¿Quién sabe cómo nace una estrella? Fue la pregunta que me hice mil y un veces cuando miraba al cielo. Sabía que ellas brillaban en algún lugar del universo, que eran una unión de hidrógeno, helio y de algunos materiales adicionales, en diferentes proporciones, y sabía, también, que formaban constelaciones. Conocía que tenían diferentes tamaños y colores, que podían ser minúsculas o inmensamente grandes. Noté a la vez que, figurativamente, se parecían un poco a las personas: nacían, crecían, se llenaban de mil y un cosas, se destruían y renacían, se volvían enormes para convertirse en agujeros negros que absorbían todo a su paso y, finalmente, morían. Entonces, si las estrellas eran ligeramente similares a nosotros, decidí compararlas con alguien que conocía. Percibí que eran iguales: ambas unieron átomos para formarse, crecieron, brillaron, se volvieron cada vez más grandes y más brillantes. Ambas crearon una supernova: gigante, inmensa e increíblemente brillante. Aunq

Inercia.

Todo comenzó de pronto: justo en el preciso momento en el que noté que estaba demasiado rota... incluso para escribir. Entonces, noté que veía todo desde una perspectiva única y escribía solo sobre tres temas en específico. No varíe. No oscilé. Fui una enzima inactiva, un cuerpo en reposo esperando el impulso que lo pusiera en movimiento. Estaba en inercia. Me movía de aquí hacia allá, pero no cambiaba de rumbo. Deseaba un cambio, pero no hacía nada para llegar a él. Me bloqueé y regresé a ese afán de encontrar distracciones. Me quedé sin inspiración, excepto cuando escribía sobre lo mismo una y otra y otra vez. Al final, luego de sopesarlo demasiado, decidí que me volví repetitiva, cíclica y estacionaria para escribir.

Live.

Llora, maldita sea, llora. Desahógate y deja de romperte de a poco. Destrúyete. Fragméntate de golpe y deja de esperar que el martillo caiga. Grita. Golpea a la almohada. Quema o rompe algo. Vuélvete polvo y renace. Reconstrúyete de a poco. Sonríe. Sé alegre y agradecido. Valora las cosas. Reescribe tus recuerdos e inventa nuevas historias. Aléjate de las personas tóxicas. Crea una vida mejor. Fabrica y transmite emociones. ¡Vive! Que el tiempo gira y gira, y es el único que no se detiene.

Preferir.

Nunca lo supiste pero, te quería, joder, y no sabes cuánto. Te quería tanto que habría hecho de todo para que sonrieras: habría contado cada estrella para ti o hubiese esperado que pasara una estrella fugaz; te habría dado miles de abrazos, te hubiese escrito miles de historias... hubiese hecho tantas cosas por ti, solo para ver esa sonrisa que me encantaba. Hubiese hecho de todo, lo sabías, y lo sabía, pero ese "todo" no valió de nada, porque preferiste regalarle tus sonrisas a alguien más... preferiste irte cuando ya tenía apilada la montaña de libros que te iba a leer, los abrazos que te iba a dar y cada una de las estrellas que íbamos a contar. Preferiste irte mientras sonreías, mientras brillabas, mientras tu felicidad era extrema. Preferiste irte mientras yo esperaba el momento indicado para decirte lo que sentía... Preferiste irte... y yo preferí dejarte ir.

Querido mejor amigo.

Espero que estés bien, que aún me recuerdes y que tus proyectos se estén cumpliendo de a poco. Debo admitir que nunca dejé de escribir y, en parte, lo hacía con la esperanza de que algún día me leyeras. Es estúpido y un poco irónico esperar tanto sólo para que saques un poco de tiempo para mí, lo sé, lo sabes, pero aún así seguíamos intentándolo. Lo siento, pero no tiene sentido que siga con la esperanza de que, algún día, me escribirás y me contarás cualquier cosa, tal como hacías antes. Te quiero, quizá muchísimo, pero entiendo que las cosas no están marchando bien y que lo que nos une es un vínculo delgado, es decir: el simple hecho de tener años conociéndonos. Gracias por estar tantas veces para mí, por aguantar mis rabietas y discusiones, y por enseñarme tanto. Espero que, algún día, la vida vuelva a unirnos, pero que, esta vez, lo haga de una mejor manera.

Be.

Dime que no. Dime eso que todos intentan ocultarme. Dime la verdad. Sé crudo conmigo y no me digas "eso es parte de la vida". Sé franco: dime todo lo que piensas y lo que los demás piensan de mí. No mientas. Sé la persona que nadie quiere que seas, pero yo sí. Sé sincero, transparente... no me digas que las cosas van a mejorar con el tiempo ni ninguna de esas frases baratas. Dime que sí, que te arriesgarías, y que lo dejarías todo, sólo por hacer eso que deseas. Cumple tus sueños y ayúdame un poco con los míos. Sé feliz. Crea alegrías. Sonríe mucho y ríe a carcajadas. Llora, pero porque realmente lo sientes. Quiere... quiere mucho, pero, sobre todo, quiérete. Valórate y, más aún, valora la vida. ¡Vive! Vive absoluta y plenamente. ¡Arriésgate! Haz eso que nadie quiere que hagas. Haz de todo. Pero nunca olvides que, a pesar de ello, no debes dejar de ser tú.

-1

¿Que si la conocía? Joder, conocerla era poco. Porque, dime, ¿qué iban a saber par de mocosas de 3 o 4 años de la vida? ¿Qué iban a saber si tendrían una vida plena y feliz? ¿Qué iban a saber de que la vida dura poco y pasa rápido, y que los momentos se aprovechan al máximo? ¿Qué iban a saber de la muerte, si estaban comenzando a apreciar la vida? ¿Qué iban a saber si llorarían por un motivo mayor al del extravío de sus juguetes? ¿Qué iban a saber de las ausencias y de las noches en las que se duerme cuando uno se cansa de llorar? ¿Qué iban a saber de todo? Aunque, te apuesto que lo supieron, pero no a esa edad, lo supieron más adelante, a medida que crecían y se veían crecer. Lo supieron a fuerza de esos embates inesperados que da la vida... Así que lograron compartir muchísimas cosas juntas, algunas felices y otras un tanto tristes... pero juntas y con la certeza de que aun faltaban muchísimas más. Pero, la vida tenía otros planes con ellas. Así que, una de el

Acuerdo.

Seamos sinceras: lo nuestro es un acuerdo unilateral que comenzó el día en el que te enteraste que existía. Era simple: todo consistía en sustraerte los mejores momentos de tu vida a cambio de brindarte mis primeros recuerdos, pasos y palabras. Era un acuerdo sencillo y sin complicaciones, pero era algo que debíamos cumplir al pie de la letra. Los años pasaron y las cláusulas del acuerdo se convirtieron en políticas, es decir, un poco menos estrictas; la sociedad se deshacía y los diálogos desaparecían Fue difícil. Aun me cuesta saber qué nos pasó en el camino. Aun lloro con el simple hecho de que el acuerdo unilateral que tú creaste, se convirtió en uno que sólo yo cumplía. Los "buenos momentos" se convirtieron en algo cada vez más oscuro: nos faltaban palabras o acciones que demostraran nuestro afecto y la balanza se inclinó a tu favor. Te llevaste todo y, en su lugar, sólo dejaste un puñado de sueños rotos , un saco remendado lleno de ilusiones, lágrimas y fantasías... Te

Cosas que te debo.

Para ti siempre escribiré las mejores frases, líneas o párrafos; y haré un espacio en mi mente, porque, sin duda alguna, vale la pena pensarte. Por ti, tengo ganas de subir al cielo para verte o mirar al mar para encontrarte. A ti te debo la inspiración y un poco de este talento tan poco convencional. Te debo, también, los mejores momentos de mi infancia y algunas de mis mejores sonrisas. Para ti, amor mío, haré las historias más bonitas: esas que nunca pude contarte. Y, prometo que, te leeré cada una de aquellas que, antes, logré escribirte. Confieso también que, a ti, te debo mis lágrimas más amargas: esas que duelen en el alma. Así como que, por ti, amo al mar y a esos ojos grises que tanto cuidaban de mí. Admito, además, que: para ti, escribiré una y mil veces sin dudarlo. Porque, tú, te mereces esas cosas que nacen cuando el corazón está roto o está muy alegre; te mereces eso que duele al escribirse y, que de sólo teclearlo, se siente en cada pedacito del ser. Aunque

Buena nueva.

Mi vida cambió justo en el momento que vi "POSITIVO" en ese papel que ella tenía ante mí. Sabía que mi vida daría un giro de 180º y que nadie detendría eso, que debía hacerme la idea de que existiría alguien más y que, en unos meses, nacería un nuevo o una nueva integrante de la familia. Miles de emociones se me vinieron encima: entré en pánico, comencé a temblar, se me hizo un gran nudo en la garganta, maldije, grité en silencio, pasé por una fase de negación, mi cabeza se volvió un desastre tan bonito que daba miedo sólo de imaginarlo y lloré... Sí, lloré frente a los ojos extrañados de mi mamá, que me preguntaba incesantemente qué me había pasado pero, ¿cómo le decía que el embarazo de mi hermana era el motivo de mi llanto? No podía. No me sentía capaz de acabar con su felicidad. Entonces lloré. Lloré como si pensara que el dolor iba a menguar de la nada o como si, de esa manera, el vacío lograría llenarse. Lloré mientras luchaba con el nudo que se formaba en mi g