Triángulo (colaboración).

Desde el principio, todo fue confuso.
Me gustaba alguien que, según yo, jamás se fijaría en mí y me pretendía alguien que no me interesaba.
El tiempo pasaba y el chico que me gustaba se fue de la Isla en busca de un mejor futuro, mientras que, el que me pretendía, se quedó aquí y buscó mil y un maneras de estar conmigo.
Nos fuimos acercando de a poco. Estuvo ahí, me sacaba sonrisas y me demostró que me quería de una manera sincera.
Nos hicimos novios, mientras que, el chico que me gustaba, hacía viajes esporádicos a la Isla.
Los meses pasaron y, sin darnos cuenta, ya teníamos un año.

Entonces, la historia se repitió, pero esta vez, de manera inversa: ahora era él el que decidía irse en busca de un futuro mejor y, el chico que antes me gustaba, había regresado a la Isla, pero para quedarse un poco más.

Nos encontramos varias veces, porque, realmente, nunca dejamos de hablarnos.
Fuimos acercándonos un poco más y, gracias a las muchas vueltas que da la vida, me confesó que sentía lo mismo que yo.
Al principio, sentí euforia, pero luego, pensé en mi novio... pensé en aquel que se había ido.

Así que, en mi mente se desencadenaron miles de emociones que no pude controlar, porque, si lo veía desde otra perspectiva, estaba jugando con los sentimientos de tres personas: los de ellos, sí, ambos, y los míos.
Me llené de dudas y confusiones, y deseé mil veces no haberme involucrado en una situación cómo esta...

Noté que, en este momento, me provoca ser una niñita de 5 años, porque, en ese entonces, lo único que podía hacer mal eran las sumas de las escuela; si me dolía algo, era cuando me caia y me lastimaba; y, si le hacia daño a alguien, era a mi hermano, cuando peleaba con él.

En ese entonces, todo parecia difícil, pero la verdad, es mucho más fácil que todo esto.

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