Entradas

Mostrando las entradas de marzo, 2019

Alejo, en pasado.

Me alejé. De manera silenciosa, porque me negaba a hacer tanto ruido como los cobardes. Me alejé porque me cansé de inundarme en la miseria de sus historias, sus decisiones, sus días, sus pensamientos, y sus vidas. Me alejé porque estaba harta de esas horas enteras de auto-compasión,      y de esos días en los que mi felicidad ni mi alegría importaban,      porque la prioridad era escuchar sus problemas y depresiones. Me alejé porque mi lugar no era el subsuelo...    ese en el que vivía cuando solía deprimirme por todo. Me alejé por mí, porque deseaba quererme,                                         brillar,                                             encontrarme,                                                  y porque deseaba cambiar. Y me di cuenta que, para cambiar, no necesitaba a ese tipo de personas a mi lado.

Cielo.

Estaba enamorada del cielo...      ese gigante inmenso que estaba encima de todo. Lo miraba día a día, en cada una de sus facetas y cada uno de sus colores; y trataba de escribirle miles de líneas cada vez que me perdía en cada detalle suyo. Hasta que un día todo cambió      y un cielo un poco más cercano captó mi atención. Él tenía todo lo que amaba: Tenía estrellas en su espalda, igual que una noche estrellada. Sonreía y su felicidad tenía tantos colores como los de un atardecer. Podía volverse serio y oscuro, como una noche sin luna. También podía ser tan tranquilo y calmado como el amanecer. O transmitir tanta confianza como el cielo completamente azul. Simplemente, él era mi cielo. Un cielo que siempre estaba a mi lado y al que podía ver mucho más de cerca. Era el cielo, y el cielo fue hecho para ser admirado.

...

No te enamores de esa faceta risueña, sonriente y alegre; o de esa que se arregla, se peina o se aplica un poco de maquillaje. Más bien, enamórate de esa persona que no ama peinarse y que solo lo hace cuando está de ánimos; esa que tiene cambios de humor, y que trata seco y frío. Enamórate de esa persona que casi no dice "te quiero", que nunca sale y que vive en su propio mundo. Enamórate de esa galaxia que se crea en su piel o del café que desprende su mirada. Enamórate de sus palabras, aquellas que, algunas veces, crean emociones. Enamórate de ella: pequeña, inquieta, emocional e impulsiva. Enamórate de todo. Enamórate de mí.