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Mostrando las entradas de octubre, 2015

No borrar.

Quizá, la única cosa que no borraría serían mis recuerdos. Porque, ¿dónde quedarían los momentos con mis hermanos, la sonrisa y los ojos grises de mi abuelo? ¿Dónde quedaría el rostro de Juan José y las canciones a duo con mi mamá? ¿Dónde quedaría el momento en el que mi tío Loqui me dijo "hija" y esa vez que lloré con mi abuelo? ¿Dónde quedaría el recuerdo de los festivales y aquella poesía con la que lloré mientras escribía? ¿Dónde resguardaría cada mirada, cada sonrisa y cada abrazo? ¿Cómo recordaría que lloraba cuando cualquier cosa se rompía y que tuve amigos que perdí? ¿Cómo voy a contar que tuve noches en las que no quería dejar de hablar y que siempre miré a la luna? ¿Adónde irían todas mis lágrimas y todos mis temores? ¿Cómo diré que hubo una época en la que fui feliz? ¿Dónde estarían las veces que mi abuela Virginia me miró con orgullo y la sonrisa de mi abuela Graciela? ¿Adónde irían las madrugadas en las que lloré y los días en los que reí? ¿Cómo explicaría que mi

Para ti, Elsj.

Hola, estúpido. Ya han pasado dos meses desde tu accidente. Las cosas no han cambiado mucho en tu ausencia: el sol sigue brillando, aun cuando se oculta detrás las nubes; la luna sigue en el cielo, con la danza de las estrellas alrededor; en el mar abundan las olas y, en el cielo, las aves... todo sigue igual, excepto tú. Supongo que, esta situación, servirá para algo. Supongo que, después que todo pase y te recuperes del todo, llegarás y me sonreirás como si nada hubiese pasado. O quizá no, quizá tu ausencia sea más notable y tu mirada no sea la misma. Sé que no debo llenarme de suposiciones. Sé que debo esperar a que suceda algo, o que cambie algo, no lo sé. Pero la espera duele y saber que estarás en ese estado, por un buen tiempo, duele aun más. No te veo desde hace un buen rato, lo admito. Y recuerdo que, la última vez que te ví, estabas bien, me sonreías, tus ojos marrones tenían brillo... sé que quizá tus ojos no brillen cuando me mires, pero sabré superarlo así como tú

Las cosas que tuve.

Tuve una franela roja con un mono azul, un anillo pequeño y una medalla sin luz. Tuve una camisa blanca y un pantalón azul. Otra medalla sin brillo y un botón con color. Tuve una camisa azul, cuyas rayas amarillas iban en aumento. Aquí, en excepción, solo tuve buenos deseos con marcador. Tuve una camisa beige con rayas verdes, tan verdes como una hoja. También iban en aumento. Crecían rápido, tan rápido como una flor. Tuve un uniforme blanco lleno de accesorios: caponas, botones y un portanombres como decoración. Con él recibí una medalla tan brillante como el sol, tenía una cinta verde y, como complemento, un botón. Tuve momentos inolvidables y mañanas sin sol. Tuve abrazos inesperados, blancas sonrisas y frías tardes. Tuve miradas tardías, tardes de lluvia y lluvia en las tardes. Tuve personas, días y colores. Tuve días de risas y canciones como mañanas de silencios y decepciones. Tuve miles de metáforas y contradicciones, antítesis y comparaciones. Tuve un cielo con nubes, un

Algo efímero.

Todo comienza con una persona y una presentación, quizá por simple norma de cortesía. El tiempo pasa y comenzamos a socializar, nos enteramos de gustos, manías, costumbres... en fin, tratamos de conocernos lo mejor posible. Intercambiamos momentos, sonrisas, miradas, emociones. Pero, llega un momento en el que las cosas dejan de ser lo mismo: las conversaciones ya no nos llenan y, en los momentos en los que coincidimos, tratamos de ser cordiales para disfrazar la tensión. Dejamos de vernos, de escribirnos y de intentar darle ánimo a una conversación vacía. Pasamos de ser 'una de las personas con las que siempre hablaba' a ser 'una de esas personas con las que hablo de vez en cuando'. Aunque, al final, todo es efímero, como la vida misma. Pero, a veces, surgen excepciones. Y son esas personas que, a pesar del tiempo, permanecen ahí, inexorables. Esas personas hacen que el mundo vuelva a cobrar sentido y que las emociones encuentren, por fin, un camino.