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Tul.

Las nubes eran espesas y el día comenzaba denso y oscuro. Excepto por un punto. Ahí destacaba el color en brillantes tonos de naranja y violeta... Hasta que desapareció. Entonces, el frío se convirtió en un aire gélido que calaba en los huesos y estremecía las ramas. Las nubes descendían mientras el cielo se aclaraba y las gotas de lluvia comenzaban a caer. Me desplacé. Roté de un lugar a otro, pero el clima hostil se mantenía y acrecentaba. Los grados subían un poco y el aire se detuvo. El ambiente se tornó húmedo, caluroso y mucho más denso. El cielo se abrió y dejó filtrar un poco de luz que iluminó las montañas, reveló la vegetación reverdecida y destacó el claroscuro alrededor de las mismas. El aire era escaso. Las horas se hacían eternas. El tiempo transcurría lento. Las hojas se desprendían de sus ramas y ondeaban mientras trazaban su rumbo hasta el suelo. Allí se detuvieron, mientras el ciclo se repetía sin cesar. Hasta que se detuvo. Y el cielo se abrió,