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Mostrando las entradas de diciembre, 2018

Punto final.

Me mentiste. Descaradamente y desde el inicio. Dijiste que siempre estarías para mí, que jamás me harías daño y que no dejarías de apoyarme en ningún momento. Quería creerte, así que... te creí. Y caí hacia cada una de tus mentiras, igual que una polilla cuando es atraída hacia la luz. Me engañé. Te quise. Te necesité. Te escribí. Me humillé. Y te odié. Te odié con tanta fuerza que lastimaba y dolía. Dolía tanto que me mantenía allí, en el fondo, y jamás me dejaba salir. Pero quise cambiar y realizar mi última maniobra. Entonces, leí las palabras que jamás te habías atrevido a decirme, porque te convenía mantenerme a tu lado. Dijiste las palabras exactas que deseaba leer, aquellas que confirmaban lo que ya llevaba tiempo sintiendo. Así que, luego del dolor inicial, lo único que sentí fue alivio, en serio, te juro que jamás me había sentido tan triste, libre y feliz al mismo tiempo. Y así, de la nada, dejaste de doler.

Luz.

Hoy decidí olvidarte, sí, como algo voluntario. Decidí alejarme de todos, de ti y de mí, porque hasta yo me hice muchísimo daño. Decidí atreverme, dar el primer paso y ser yo misma, porque me había cansado de representar el papel de alguien más. Decidí amarme y aceptarme, porque debí hacerlo desde siempre. Intenté alejarme de las inseguridades, aquellas que no me permitían hacer tantas cosas. Intenté sonreír, ser más alegre y simpática, y deshacer las cadenas que me oprimían, aquellas que yo misma coloqué sobre mis tobillos, solo para poder reconstruirme desde cero. Pero no lo logré. Así que, me rompí, fragmenté y volví polvo. Toqué fondo y llegué a aquel lugar donde el aire ahoga, oprime y no llena los pulmones. Allí, aprendí a vivir durante un buen tiempo y me volví ciega, tanto que no lograba ver las cosas con facilidad. Después de un tiempo encontré luz y la seguí hasta la cima. Afuera, había tanta luz que enceguecía. Todo brillaba y se unificaba para dar vida a mil