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Mostrando las entradas de agosto, 2016

I know...

Sé que las personas crecen, que los caminos se dividen y que los amigos se separan. Sé que la amistad no muere con la distancia y que la distancia puede acortarse. Sé que las personas se van para cumplir sus sueños y que, aunque hoy nos despidamos, podemos vernos meses después para abrazarnos con todo el cariño que nos sobró. Sé que, al vivir en una Isla, debo ver a muchos amigos marcharse a Tierra Firme y sé que, aunque no me gusten las despedidas, siempre me tocará despedirlos. Sé que conocerán otras personas y quizá me olviden un poco... Sé que ellos cumplirán sus metas y, eso, me hace olvidar, solo un poco, la distancia.

Algo naranja.

Estaba en un banco de la plaza cuando vi que un auto naranja, ese en el que me subí pocas veces, se acercaba. Me hice la desentendida y le efectué la pregunta más estúpida a mi primo: "¿Este auto es de tal persona?" a lo que él respondió que sí ¡vaya! Lo sabía, aunque, ¿a quien quiero engañar? Yo también lo sabía. Volteé y me quedé mirando esa masa naranja que se desplazaba sobre el asfalto. La miré para verificar que allí se encontraba él... y, sí, allí estaba. Entonces lo miré y, aun con mi visión borrosa, noté que me miraba a través de sus lentes. Así que, mi mirada -y parte de mi estabilidad-, se fue con aquel auto naranja. Cuando ese objeto naranja salió de mi visión periférica, sentí un tirón en el pecho y percibí que mis ojos se humedecían un poco. Me dolió, lo admito. Me dolió verlo así, de lejos. Me dolió que las cinrcunstancias no fueran las adecuadas. Me dolió que mi vida se desestabilizara un poco tras ese "encuentro" y me dolió no haber podido corr

Café esmeralda.

Eran una pareja poco común: ella escribía y miraba al mundo a través de sus ojos verde esmeralda; él, en cambio, llevaba margaritas blancas y el café en su mirada. Aunque deseaba hacerlo, nunca los miré juntos, yo era una simple espectadora, alguien que veía todo de lejos y esperaba ansiosamente el día en el que ellos se encontraran. Me gustaba escuchar lo que él hablaba de ella y amaba leer lo que ella escribía de él. Pero, en silencio, deseaba que ese mar inmenso que los separaba se hiciera pequeño. Deseaba que se volviera riachuelo para que la distancia se acortara y, en cambio, los acercara... Cuando ese día llegó, no logré estar. Miré sus fotos días después y admito que una felicidad inmensa vino a mí. Mi emoción era tanta que no dejaba de sonreír. Entonces imaginé que el café de sus ojos había encontrado ese brillo esmeralda que llevaba tanto tiempo esperando. Imaginé que su felicidad era tan inmensa como ese mar que los separaba. Imaginé que ahí estaban ellos, juntos, s