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Mostrando las entradas de octubre, 2018

Frío.

Afuera llovía. Tomé mi abrigo y el paraguas. Salí y la brisa gélida me recibió de golpe, por lo que decidí caminar para quitarme, o provocarme, un poco de frío, cuando te vi: de pie, bajo el portal de una tienda. Eras tú, podría reconocerte a metros de distancia sin necesidad de recurrir a mis lentes. Te veías feliz, diferente y seguro. Esperabas a alguien. Se notaba por tu impaciencia. Yo permanecí de pie, bajo la lluvia, hasta que levantaste la mirada y noté que una chispa brotó de tus ojos. ¡Vaya! Me reconociste. Me miraste fijamente, estudiándome, explicándote cómo era posible que yo permaneciera debajo de aquella lluvia fría... y, créeme que, yo tampoco lo sabía. Te miré titubear al salir del umbral. Deseabas acercarte, lo percibí en tu mirada. Pero... la brisa se detuvo de golpe y ella apareció. Te vi voltear la mirada y abrazarla. Entonces, sonreíste, como quién se disculpa;                      sonreí, como quién entiende que está