Cielo.

Estaba enamorada del cielo...
     ese gigante inmenso que estaba encima de todo.

Lo miraba día a día, en cada una de sus facetas y cada uno de sus colores;
y trataba de escribirle miles de líneas cada vez que me perdía en cada detalle suyo.

Hasta que un día todo cambió
     y un cielo un poco más cercano captó mi atención.

Él tenía todo lo que amaba:
Tenía estrellas en su espalda, igual que una noche estrellada.
Sonreía y su felicidad tenía tantos colores como los de un atardecer.
Podía volverse serio y oscuro, como una noche sin luna.
También podía ser tan tranquilo y calmado como el amanecer.
O transmitir tanta confianza como el cielo completamente azul.

Simplemente, él era mi cielo.
Un cielo que siempre estaba a mi lado y al que podía ver mucho más de cerca.

Era el cielo,
y el cielo fue hecho para ser admirado.

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