Café.

Escuché el tintineo característico de la puerta y alcé la mirada: había llegado un nuevo cliente a la cafetería.

La vi entrar y no pude evitar seguirla con la mirada.

Se acercó a la barra y dijo su orden: una taza de café caliente con azúcar y panquecas con chocolate.

Se alejó de la barra y alzó el cuello para buscar una mesa disponible.
Escogió una un tanto alejada y marchó en esa dirección.

Caminaba con lentitud.
Llevaba el cabello a la mitad de la espalda, lentes de montura y un vestido suelto con un estampado de flores.

El mesero llegó con su orden y la dejó sobre la mesa.
Comenzó a comer y yo empecé a distraerme en los colores, hasta que uno llegó a mi mente y se depositó en ella:

Café.

Café como el líquido que llevaba a su boca.
Café como sus ojos, su piel y su cabello...
     (aunque su cabello se mezclaba con algunos destellos de sol).
Café como las hojas que caían afuera.
Café como el tronco de los árboles.
Café como el otoño...

Café como ella.

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Querido mejor amigo.