Ajedrez.

Ellas eran un dúo bastante interesante.

Solas eran dinamita, pero juntas formaban una explosión nuclear.
Tenían sinergia, de eso no había duda, pero la utilizaban para ser las mejores en destruirlo todo.

Debías verlas.
Eran sigilosas, tranquilas y selectivamente amigables.
A veces hipócritas, a veces sinceras.

Debías tratarlas con cuidado.
Te hacían pedazos solo con una palabra o frase, y disfrutaban la desgracia ajena.

Yo era su blanco favorito.
Me derrumbaban, me hacían añicos, y siempre era el blanco perfecto para sus mejores disparos y estrategias.

Ellas lo sabían.

Sabían que tenían el poder de volverme polvo y lo aprovechaban.
Hacían cada movimiento con premeditación para que cada ficha que movieran me pusiera en jaque.

Derrumbaban mis torres,
   mataban a mis peones,
      lesionaban a mis caballos,
         encerraban a mis alfiles
             y raptaban a mi reina.

Entonces dejaban a un rey solo en un tablero inmenso.

Solitario,
  indefenso,
    moviéndose paso a paso
      y sin posibilidad alguna de ganar.

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-1

Querido mejor amigo.