Monotonía.

No sabes lo sola que me sentía.

Llegaba, repetía un monótono "hola, ¿qué tal todo?" y recibía el mismo "todo bien" recitado una y otra y otra vez...
     y esas eran las únicas palabras que pronunciaba en toda la noche.

Luego entraba al cuarto que me asignaron, me cambiaba de ropa y me recostaba buscando consuelo en alguna red social.

Me desvelaba, reía, y lloraba al frente de una pantalla.
Hasta que me quedaba dormida.

Al día siguiente despertaba, me bañaba y alistaba, me hacía algo para desayunar, y salía caminando hasta el terminal de buses.

Aguantaba un viaje que tardaba un poco más de media hora solo para estar unas horas con mi familia y poder ver el mar.

Era difícil.
Cada vez que llegaba, deseaba quedarme allá, porque por lo menos tendría a alguien que me escuchara, pero no, debía alistarme de nuevo y hacer el mismo viaje de regreso para poder ir a trabajar.

Así transcurrían mis días.
  Hasta que llegaba y me encontraba de nuevo con el silencio.

Me sentía mal.
No tenía a quién contarle sobre cómo fue mi día en el trabajo, ni sabía a quién expresarle lo que me había sucedido, porque yo solo era un huésped en esta casa, alguien que estaba de paso y al que no le brindaban mucha importancia.

Y mira que tardé en descubrirlo porque la ira no me dejaba ver con claridad.

Descubrí que solo subsistía en este entorno.
Sin cambiar, ni oscilar.

Siempre fija,
                         como un neutrón.

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