Rainbow.

Éramos dos personas mirando al cielo, absortos, como si nada más importase. Él lo miraba, quizá con la misma pasión que lo hacía yo, pero su pasión y la mía eran absolutamente distintas: él buscaba un refugio, algo hermoso que ver, mientras que yo, simplemente, buscaba inspiración.

De repente, mi mirada encontró algo más que ver, lo miraba a él: se veía cómodo, en casa, como si hubiese hallado su hogar en ese cielo inmenso. Se le veía feliz, alegre y, tal como una relación directamente proporcional, me sentí alegre, tan alegre que sonreí.

Él desvió su mirada del cielo, como si una fuerza invisible lo atrajera, y puso su mirada en mí. Nos quedamos callados, mirándonos, contando los lunares del otro, sonriendo como tontos y, de momento, no hizo falta nada más.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

-1

Querido mejor amigo.